martes, 8 de mayo de 2018

DIARIO ONÍRICO


Edgardo Malaspina





DESINCRONIZACIONES NOCTURNAS
(DIARIO ONÍRICO)











“…Yo sueño todas las noches, y me desvivo por soñar, tanto, que cuando no sueño me digo que he perdido mi noche” .(Argenis Rodriguez)
“Es oscuro como un dormir sin sueños” (Rabindranaz Tagore)

“Dormí y soñé que la vida era querer; desperté y advertí que era deber.” (Immanuel Kant)
“El hombre ha querido soñar, y el sueño gobernará al hombre”.
“El buen sentido nos dice que las cosas de la tierra tienen una existencia muy menguada y que la verdadera realidad sólo se halla en los sueños”.
(Charles Baudelaire)
“Un poema no es otra cosa que un sueño que yo realizo en la vigila. El sueño y la vigilia vienen de la misma persona. Tienen algunas leyes compartidas. Tengo una relación de mucho amor con el sueño. Me voy a la cama como si fuera a una fiesta. El despertar es casi siempre una desilusión”. (Tomasa Transtromer-Suecia-, Premio Nobel de Literatura, 2011)

“Fue un sueño...lo que me condujo a mi profesión. Mi padre había querido que fuese arquitecto, como lo fue él. Sin embargo, en la víspera del día en que debía visitar a mi nuevo maestro tuve un sueño que me pedía que me inclinara hacia la medicina”. (Galeno)







VIGILIA
1
Los Caminos Nocturnos, el diario onírico de Argenis Rodríguez, me impactó tanto que decidí hacer también un registro de mis sueños.   El nombre de su obra lo toma Argenis del excelente relato de Pedro Sotillo (el mejor cuento sobre el llano que he leído un montón de veces) aparecido en los años treinta del siglo XX.  En Los Caminos Nocturnos de Pedro Sotillo hay una atmósfera de constante misterio.  Los personajes viajan a caballo por la llanura y filosofan sobre la vida y la muerte bajo la luz de una luna grande y enigmática: “Había una luna lívida que daba la impresión de ser exageradamente grande.  Es necesario haberse aventurado de noche o por la madrugada por un camino por los llanos, para apreciar todo el horror de la luz lunar.  Es necesario uno mismo haber sentido la influencia de la luna para darse cuenta de la tremenda irrealidad  que siembra  en la vida.”
Diego María Herrera, uno de los personajes de Sotillo, filosofa: “Morir en una de estas sabanas, en una noche como esta, debe ser la sensación más completa de la  muerte.  Hay algo en estas soledades que a cada paso nos recuerda la  muerte.  Aquí es donde mejor se comprende que, después de morir, no hay nada; que la muerte es el fin irremediable y definitivo.  Recorriendo las llanuras he aprendido a negar la existencia del alma”.
Una noche me desperté conmovido por unas imágenes oníricas muy reales. Soñaba que yo era uno de los viajeros de Los Caminos Nocturnos. Conversaba, montado sobre mi caballo, con los compañeros de andanzas y mis palabras y argumentos existencialistas eran los mismos de Herrera. Ya en la vigilia todo me pareció muy natural.


SUEÑOS
I
Estaba en una librería en Las Mercedes del Llano y  revisaba las obras en los estantes. No me sorprendía por la prestancia del local, la cual no se correspondía con un ambiente pueblerino.  Buscaba unos libros pero no los encontraba. Un almanaque de los hermanos Rojas cubría una pared.
No sólo no encontraba los libros sino que tampoco recordaba los títulos y autores de los mismos. Sabía exactamente que eran dos y muy  pequeños. Recordaba sus formatos y colores, pero había olvidado de qué trataban; y lo más importante, los nombres de los escritores.
 El vendedor, muy amable, me sugirió que fuese a casa  para indagar los títulos que necesitaba. Trabajamos hasta las diez de la noche, me dijo…Y ese horario nocturno, tampoco me sorprendió.
Caminé por la avenida, pero antes noté que la carnicería de mi padre estaba cerrada, y supuse, entonces, que era muy tarde. No entiendo por qué hice esa suposición, pero la hice.  Mi reloj indicaba las doce y media de la noche. Mucha gente deambulaba por las calles oscuras. Todos  temerosos  caminaban rápidamente.
Frente a nuestro hogar algunos estaban sentados. La casa tenía el aspecto igual a cuando la ocupamos por primera vez: zaguán abierto con techo de tejas,  columnas gruesas de madera y entrada hacia la avenida. Unas plantas adornaban el enrejado.  La mata de caucho con sus hojas grandes y sus raíces prominentes se destacaba a un lado. En la sala estaban  los muebles de paletas que pertenecieron a Mamavira y que trajo la tía Carolina. La atmósfera era de alegría. Algo se celebraba, pero no precisaba el motivo de la fiesta y tampoco pregunté. En el centro estaba una mesa grande y alargada cubierta con un  mantel rojo,  pequeños recuadros brillantes y muchas copas de diferentes tamaños. Mi padre se  acercó y me ofreció champaña en un vaso de plástico. No entendí por qué me servía en ese recipiente insignificante y por eso observaba las copas de cristal.
Al despertar pensé que el motivo de la reunión era por la navidad o el año nuevo.
 Mi esposa, Natalia, dice que a los difuntos en Rusia se les recuerda con vodka. Luisa, mi hermana, afirma que el fuego es halago sublime para los que ya no están con nosotros. Soy agnóstico pero respeto las ideas  ajenas. Por eso enciendo una vela a la memoria de mi padre y también me echo un trago de vodka.
















II
 Bajaba al sótano del baño de la residencia estudiantil de Moscú. Llevaba un paño amarrado a la cintura y en el camino me encontré con gente conocida de San Juan de los Morros. El baño era uno solo para damas y caballeros. Había mucha gente en la cola para entrar a las regaderas y no quise esperar. Al regresar noté que hablaban en ruso a mí alrededor unas africanas. En la carretera estaban estacionados unos camiones que dificultaban mi desplazamiento.















III

  Ya estoy  en Las  Mercedes. Llegué al pueblo de alguna parte que no recordaba y me fui a la avenida. Las acacias y un tamarindo estaban allí como cuando era niño. Me dirigí a la bodega de las Prieto para comprar algo y preguntar por la posada. En realidad, las Prieto, dos viejitas analfabetas pero a quien nadie podía engañar sacando cuentas, no tenían posada, sino una especie de pulpería con un gran mostrador con frascos grandes y bocones (como decía la tía Carolina) llenos de caramelos; unos estantes antiguos de madera, sobre los cuales estaban algunos pocos enlatados; y una nevera  que enfriaba los refrescos hasta congelarlos.  Marché a casa. Todos estaban reunidos en el corredor esperando a papá. Sabíamos que llegaría porque andaba en la calle haciendo diligencias y volvería en cualquier momento, pero también sabíamos que nunca  regresaría porque ya había muerto.











IV

          Llegué a la casa en Las Mercedes en la calle Francisco J. Carballo. La casa de bloques y techo de acerolit , y donde tenía el consultorio médico, no estaba en su sitio, sino  al frente. El patio, cubierto de maleza, tenía una cerca de alambre púas. Un pequeño perro sarnoso entró y empezó a ladrar. Se aproximó hasta mí, amenazante. Ladraba y atacaba. Yo lo golpee varias veces con un garrote. El perro sangraba por el efecto de mis golpes; pero arreciaba sus ataques. Sentía lástima pero debía defenderme. El perrito herido continuaba su ataque.
 Desperté y me sentí triste. ¿Por qué herí a un animal, si los considero nuestros hermanos menores?












V

No sé exactamente dónde me encontraba. Revisaba libros en unos toldos como en las ferias. Eran copias de obras literarias famosas con muy buenos precios. Me acerqué a un kiosco con libros de medicina. Tomé un atlas grande de anatomía. Pregunté por un ejemplar antiguo que me llamó la atención. Sin embargo, cuando me lo ofrecieron lo rechacé precisamente por ser muy viejo cuando en la realidad me interesan mucho los libros antiguos. Argumenté que no me serviría como fuente bibliográfica, para la cual se exige no más de cinco años desde la publicación de la misma, argumento que en la realidad detesto por carecer de fundamentos lógicos: la mayoría de los textos nuevos son copias de los viejos. La gente aplaudía.











VI

 Estaba  en el pueblo y caminaba por sus calles. En la casa no había nadie , mi padre estaba de viaje y supuestamente llegaría mañana. Me dirigía  a la casa y lo vi salir.
Le pregunté si había cenado y contestó afirmativamente; sin embargo, me invitó a la bodega para comprar alimentos. Caminamos por la avenida por el centro del pueblo. En el camino observe un juego de billar gigante colocado a un lado. Recordé que mi padre tenía un juego de esos en su negocio. En pleno sueño me preguntaba si en realidad papá aún vivía, pero estaba convencido de que ya había muerto.
Al despertar me pregunté: no había nadie en la casa y sólo indagaba por mi padre. ¿Por qué? Parece obvia la respuesta, eso creo a veces, pero a veces, no lo creo así.










VII
 Estábamos en una clínica, luego de haber sido operado nuestro padre. Carlos y yo lo ayudábamos a caminar hasta su cuarto. Él se tambaleaba y caía. Lo colocamos en la cama y el desfallecía. Estaba muriendo, por lo visto.

















VIII
 Salía y entraba a la casa para buscar algo en la calle. Edgar me ayudó a encontrar lo que buscaba, aunque no precisaba qué era. Nuestra casa tenía la sala que hoy ocupa la carnicería, y  por allí por dos veces me encontré con papá, quien preguntaba si ya podía cerrar la puerta. Al principio me asusté porque sabía que había muerto, sin embargo, le sonreí, le di unas palmadas por el hombro y seguí hacia la calle.
Papá solía cerrar esa puerta en la noche  cuando constataba que todos estaban en casa, pero en esos tiempos era más joven y fuerte. En el sueño se presentó como el anciano que era antes de morir.













IX


  Soñé con mi abuela Matilde. Conversé con ella pero no pude mirarle el rostro. Dijo sentirse orgullosa por tantos nietos. Entré a su casa y comprobé que seguía siendo la misma con sus humildes cuartos, aunque me pareció más amplia. En la cocina de la abuela estaba el tío Nemesio colando café. Le dije que no olvidaba cuando le daba el feliz año el primero de enero; entonces los muchachos incesantemente les decíamos a los tíos y primos (una y otra vez) : ¡Feliz año¡. Sonrió. Javier estaba presente en la conversación.












X
Soñé con papá. Estaba cerrando la carnicería y le colocaba los travesaños a las puertas. Yo estaba con uno de mis hermanos a quien no podía identificar porque no se le veía el rostro. Papá, muy contento porque las ventas fueron muy buenas, se nos acercó y nos regaló varios billetes, todos  desorganizados. Yo me alegré y me entristecí  a la vez porque sabía que estaba muerto.
















XI

 Fue un sueño confuso. Se trataba de un problema económico que involucraba a mi padre, quien se encontraba en una clínica gravemente enfermo. Conversé con él y me dijo que las cosas no eran tan difíciles como se suponía. Me entregó unos documentos sobre la deuda que había contraído por el tratamiento de su enfermedad. Mientras mi padre conversaba con otra persona, yo lo observaba y su rostro me pareció lleno de tristeza. Entonces lloré porque entendí que estaba muerto.













XII
  Llegué muy tarde a Las Mercedes, tan tarde que no quise molestar a mamá. Por eso colgué mi chinchorro en la calle, cerca de la casa. Luego me desperté y llegué hasta la casa. Mamá estaba despierta pero no tenía la llave para abrir la puerta. Regresé molestó hasta el chinchorro, el cual colgaba sin ningún soporte.
















XIII

Ayer soñé con mamá. Estábamos en la casa en tiempos de la tía Carolina .Yo salía del cuarto de tía Carolina y mamá entraba al suyo. Ambos cuartos se comunicaban. Mamá me detuvo y quiso decirme algo con respecto a la casa; pero un trueno me despertó. Empezó una lluvia ruidosa con fuertes vientos. Era de madrugada. En el sueño percibí que ya mamá estaba muerta.















XIV
Mamá estaba en la cocina de mi casa en San Juan de los Morros. Apareció como si bajara por la escalera. Al verme me abrazó. Le dije a Natalia: mira, mamá está allá, cerca de la puerta de la cocina. Pero ya no estaba. Al rato se apareció una mujer desconocida que poco a poco se transformó en mamá y me sonrió. Me desperté y lloré amargamente en medio del silencio absoluto de la noche.
















XV
Soñé que quería visitar la casa de la abuela Matilde y por eso hablé con un primo para que me buscara la llave. Vente, vamos a buscar la llave en mi cuarto, me dijo. Lo acompañé hasta su cuarto y cuando lo abrió ya era la casa de la abuela. La telaraña atravesaba la casa por todos los lados. El polvo se expandía con nuestros pasos. En el suelo estaban unos libros de historia y otros de medicina que en la realidad están en mi biblioteca. La tinaja de la abuela estaba allí sobre su horqueta y el cucharón para sacar agua. En el patio, donde la abuela tenía un huerto de plantas medicinales, se veían unas cruces en medio del zarzal.














XVI

Entré al cuarto de papá, quien yacía en su cama completamente vestido y con buen semblante. Me le acerqué y lo examiné como médico. Tomé su pulso y revisé su abdomen. Me preguntó por mamá: ¿cómo ha estado todos estos años? Le contesté que su salud no había estado muy bien, pero que en los últimos meses se sentía mejor.
Di vueltas por la casa y regresé al cuarto. La cama estaba reubicada y era más alta. Papá dormía y yo camine sigilosamente para no despertarlo.













XVII

El 19 de diciembre en el cumpleaños 91 de papá me quedé dormido al regresar del trabajo. Soñé que viajé a Las Mercedes con Natalia. Entramos a la casa y Carlos colgaba unos chinchorros en el corredor y en el patio. Eran tres chinchorros en cada parte y todos tenían mosquiteros blancos. Papá comía en el patio vestido pulcramente y manejando con destreza los cubiertos. Nosotros lo rodeábamos y conversábamos con él. Le dije a Carlos: Natalia y yo dormiremos en el patio porque es más fresco. Pero Carlos respondió que durmiéramos en el corredor porque papá estaba durmiendo en el patio con los muchachos que lo acompañaban en el trabajo.












XVIII
En estas últimas noches he soñado con la casa de la abuela Matilde en Las Mercedes del Llano. He visto todos los aposentos de la humilde vivienda de la abuela con su piso de tierra y sus paredes de barro desteñidas. Pero no he visto a la abuela. Estos sueños recurrentes se deben, tal vez, al hecho, de que cuando voy al pueblo quiero visitar su casa pero no lo hago. Prefiero mantener el recuerdo infantil sobre su rancho, quizás.















XIX
Llegué a Las Mercedes en mi carro y deambulé alrededor de las casa de mis padres. Sabía que estaban allí dentro, pero nunca entré. Di vueltas en el carro. En el sueño presentía que ellos estaban vivos.

















XX
Me pareció soñar toda la noche con París. Estaba en esa ciudad y caminaba descalzo con una cerveza en la mano, tomando sorbos de vez en cuando. Me perdí entre la multitud y no sabía cómo regresar a mi hotel, pero eso no me importaba. Luego tomé un carro y yo mismo lo conduje por callejuelas que no conocía. Me perdí y resulté entre mucha gente sin el carro. A todos preguntaba si no habían visto mi carro. Me orientaban pero nunca llegaba hasta el sitio que me indicaban. De repente resulté en Las Mercedes del Llano y hable con mamá. Le dije: me di una vuelta por París hace un ratico; y luego le hablé de Francia.
Creo que el sueño se relaciona con mi regreso de París y el deseo que tenía de ver a mamá y contarle cómo me había ido en ese viaje. Eso nunca sucedió. Lo de la cerveza en la mano, caminando entre la gente es una evocación de las fiestas patronales de Las Mercedes del Llano. Uno paseaba entre los buhoneros y se alegraba con unos tragos para saludar a los amigos.










XXI
Entre caminando al pueblo y llegué hasta la plaza. Allí se realizaban unos espectáculos con niños danzando. En la avenida me detuve en la esquina de las Prieto, convertida en una especie de venta de comida. Entré para comerme algo. La estancia estaba oscura a pesar de que una luz tenue emanaba de una lámpara de kerosene colgada en el centro del techo. Sobre las mesas estaba unos platos con manjares que no distinguía. La gente comía en silencio.
Partí hacia la casa. Caminé por el corredor hasta mi cuarto. Papá y mamá me saludaron y me siguieron comentándome sobre algo que no entendí.
Me desperté y concluí que la estancia de las Prieto se parecía mucho al cuadro de Van Gogh llamado Los campesinos comiendo patatas.
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XXII
Mi padre regresó de un viaje largo. Estaba en Italia, me dijo, y continuó: llegué hasta Venecia. Compré algunas cosas pero las envié por correo. Papá se veía enérgico, aunque ya tendría los setenta años. Caminaba con pasos firmes.
Le pregunté a mamá por las maletas. Me contestó que ya las estaban bajando.
Este sueño es una combinación de varias circunstancias. Por un lado, siempre he lamentado que nuestro padre siendo italiano nunca visitó los sitios natales de sus ancestros. Por otro, en la noche vi la película El Turista, donde los hechos ocurren en Venecia; y en la medida que transcurría la trama mostraban lugares que alguna vez visité.












XXIII
Me detuve a un costado de la bodega El gato negro en Las Mercedes del Llano. Bajé del carro y entré al negocio. Juan Ramón, el viejo dueño del negocio, no estaba. No esperaba verlo porque sabía que ya había muerto. Me atendió su hija, Mercedes. La bodega lucía abandonada, cubierta de telaraña por todas partes. Pedí un fresco y me respondió que en estos tiempos no se conseguía nada.
En mi infancia solía hacer las compras de mi madre en esta bodega en tiempos cuando con unas pocas monedas regresaba uno cargado de mercancías a la casa.














XXIV
Regresé muy tarde a nuestra casa de Las Mercedes del Llano. Traté de abrir la puerta, pero no daba con la llave. Probé con varias y no pude abrirla. Más tarde resulté en el corredor y mamá me entregó una llave para poder entrar rápidamente cuando volviera tarde.
















XXV
Salí de la casa donde nací en Las Mercedes del Llano en la calle Eliseo Marchena para llevarle a mi abuela Matilde una comida que le enviaba mamá. Siempre le llevaba las encomiendas a la abuela y por eso  conocía bien el camino con todas sus veredas y desvíos. Pero en el sueño ya no era un niño, sino más bien el viejo que voy siendo. Caminaba lentamente con la vianda en una mano y lloraba porque sabía que ya la abuela estaba muerta desde hace mucho tiempo. En una esquina me encontré con Elena, quien me preguntó por qué lloraba. Me acordé de mamá, le dije.














VIGILIA
2

Dormir es la manera fisiológica de reparar las energías, y la manera filosófica de acostumbrarse a la muerte. El sueño diario  es una pequeña cuota del sueño eterno.
Preguntemos al despertar: ¿dónde estaba?
-En ninguna parte…y hacia allá vamos.